Montando a pelo siniestros corceles
los cuatro jinetes cabalgan de nuevo
el suelo convierten por donde transitan
en pura ruina, en duro desierto
es tanto el dolor y el tormento que causan
que hacen de Atila un niño de pecho
el primer jinete “Señor de la Espada”
se ríe y enseña sus dientes de acero
mientras siembra el terror a su paso
se expande –macabro- por campos y pueblos
su manto maldito de miseria y caos
hecho con millones de inocentes muertos
el “Señor del Hambre” cabalga a su lado
arrasa ganados, graneros y huertos
los dos codo a codo con “el de la Peste”
que siega la vida sin más miramientos
de niños y hombres, mujeres y ancianos
corta de raíz ilusión y anhelos
en la retaguardia el más despiadado
de los caballeros “Señor de la Muerte”
montado en jamelgo escuálido y viejo
remata la obra del brutal terceto
los cuatro jinetes de repente han vuelto
y los inocentes pagarán de nuevo
la infame factura de su propia sangre
de sus propios muertos
pobres inocentes siempre pisoteados
por los cascos negros, por los negros cascos
de cuatro caballos con sus caballeros
que van vulnerando todos los derechos
divinos y humanos que encuentran al paso
y yo me pregunto
¿Sería posible juntar nuestras fuerzas
y echar para siempre de nuestro planeta
a esos caballos con sus caballeros?
Si no lo probamos, nunca lo sabremos
jueves, 9 de agosto de 2007
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